6 de junio de 2006

día tras día

Esta mañana desperté y pude comprobar que todo sigue igual al día anterior. Cuando la soledad se ríe de tu fracaso y no sabes como disimular tu fastidio es mejor quedarte en cama, mirar el techo y dejar que todo se nuble. Un remolino mezcla la ausencia y las penas. Tengo que empezar algo que no sé si tendrá final o comienzo.
La bruma entra por la ventana, mis ventrículos, siguen jodiendo. Los zumbidos de mis tímpanos destrozados no cesan, es un martirio eterno, es un martirio que empezó cuando era un mocoso de cinco años y aún ahora continúan, cada día se hace más insoportable, es como tener el vaivén de las olas del mar revoloteando tu cabeza, día y noche, a todas horas, cada minuto, cada segundo. Es insoportable. Dios mío ¿por que me torturas así? A veces no soporto este maldito zumbido y quisiera silenciarlo para siempre, pero no sé como. Es un castigo divino, es mi cruz que debo cargar y no sé bien cual es mi pecado.
Soy un hombre lleno de defectos y contradicciones. Soy un don nadie que no tiene a nadie. Soy un perdedor perdido. Si pudiera ir al médico que le diría: tengo enferma el alma. ¿habrá remedio para eso?. Muchas veces he buscado entre las voces internas que me gritan e insultan, alguna palabra de aliento y animo, no he oído ni una voz positiva, no he encontrado una mano salvadora, no he respirado un perfume de vida, no he visto la luz al final del túnel. Ando ha tientas en esta vida. No hay nadie que entienda como sufro en este rincón sin esquinas, en esta habitación sin hábitat. Mi sangre corre, mi corazón falla; veo el sonido, mis oídos oyen menos; mis ojos ven menos; imagino una sombra a mi lado, tan solo encuentro vacío y ausencia. Saboreé la salobridad de una lágrima. Negué una sonrisa. Mutilé un recuerdo. Desprecié mis días. Anhelé un cuerpo de mujer. Respiré melancolía. Contuve una segunda lágrima. Ya ven mis días siguen igual. Ya ven el camino es largo y tortuoso.